El canto que me sedujo
Una neblinosa mañana de enero,
entre el vocerío de los puestos de un mercado,
hallé de forma fortuita
una expresiva mujer que cantaba
con la mejor voz escuchada en años.
Emocionada me paré a escucharla,
tras una columna para no interrumpir,
entonaba levantando cajas con verdura
bronceada de haberlas con sus manos arrancado,
a la Madre Tierra que la vio nacer.
Esperé a que tuviera ordenado su puesto,
acercándome tomates le compré,
su sonrisa era tan bella como su canto,
en sus ojos la felicidad reinaba,
así que lo que pensaba decirle,
dejé que en la alba neblina se quedara.